Grave en todo el sentido de la palabra es la denuncia que hace Lincoln López, director del Gran Teatro del Cibao (GTC), acerca del derrotero que lleva ese centro cultural tanto en su estructura física como anomalías administrativas que abarcan hasta cheques devueltos.
Como si no bastara con las irregularidades que se suscitaron allí con las ventas de boletas de unos espectáculos, cuyo promotor, el empresario Teodoro Hidalgo, dijo que fue estafado.
Ahora, Lincoln López le manifestó a la periodista Susana Veras, de El Nacional, que hasta le suspendieron el agua potable, lo que empeora ya sus existentes problemas del drenaje sanitario y qué decir de las cerámicas dañadas, el deterioro de los plafones por las filtraciones, entre otras situaciones que afectan el correcto funcionamiento del GTC.
Esto ocurre ante la aparente indiferencia de un patronato que a la vista es inoperante y que preside Monseñor Agripino Núñez Collado quien al igual que otros jerarcas de la iglesia católica solo les preocupan los temas de la alta política, pero no se ocupan de lo que deben.
Pero peor actúan con indiferencia el Ministerio de Cultura y su representante en Santiago.
Por lo que vemos el Gran Teatro del Cibao, que es una réplica del Teatro Nacional, de la capital, lleva el mismo destino de otras edificaciones dedicadas para eventos artísticos y culturales, como el Agua y Luz, por ejemplo, que hoy está abandonado y es un centro de ratas y prostitutas.
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