A propósito del contagio de cólera que se produjo entre unos invitados en una suntuosa boda en Casa de Campo, en La Romana, producto de la ingesta de unas langostas, me llegó a la memoria aquel "mal recordado" pasadía familiar que organizó la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) en una finca de Bonao.
El colega Joseph Cáceres, en ese entonces presidente de Acroarte, les encomendó armar toda la logística de ese encuentro a los periodistas Tony Brito y Miguel Hernández, por ser estos de Bonao al igual que yo, pero no pude participar en la organización porque me encontraba fuera del país y Pito Acevedo aún no era miembro.
Brito y Hernández estaban que no se daban por nadie por la distinción de anfitriones que les confirió Cáceres, a quien llamaron para enterarle que habían armado un menú exquisito a base de platos criollos para los colegas invitados y su familia.
Pero vaya usted a ver, todavía Pedro Araujo, meritorio miembro de la entidad, aún se pregunta si lo de Tony Brito y Miguel Hernández fue un plan para aniquilarlos, pues sirvieron un cerdo asado que a la vista se veía o olía bien, pero que produjo una diarrea colectiva de tres días entre los comensales. Suerte que yo no asistí.
Lo curioso es que Tony y Miguel no comieron del puerquito y que por eso Araujo tiene tal percepción y más que después del suceso no se les vio el rastro por los predios de Acroarte durante meses.
Según narra Joseph Cáceres hubo que detener el autobús todo el camino de regreso a Santo Domingo por la situación "estomacal" presentada a la que el "viejo zorro" bautizó como "la churrieta de Acroarte".
Ustedes se imaginan que eso hubiese pasado en esta época, la primera sospecha sería cólera y estuviera Acroarte con todo y su premio Casandra en cuarentena.
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